
Ya ha pasado el tiempo desde aquella remota epoca, pero intentaré contarles la historia , tal cual me fue referida.
Seis monarcas, cuatro distinguidas damas y dos notables caballeros desde lejanas tierras, peregrinaron sobre un Pewter Monza, hasta llegar al lugar donde vio la luz el futuro redentor del
Surf Sex and Roll. Levaban consigo tres regalos, dos mamelucos, uno grande para salir de noche y armar el slam, el otro más pequeño para las mañanas de cruda, y una cajetilla de cigarros para compartir con toda la banda [los cuales rechazo el beato Vigito, también conocido como Emiliano, pues seguramente eran enviados por el malvado Fumanchú].
La madre, aun asombrada por el milagro, les contó la sagrada historia de como se enteró del próximo nacimiento de Vigito. Un día, en el mes de Noviembre, un enmascarado ángel de plata, se apareció en pleno foro Alicia, en medio de la presentación de Lost Acapulco, le dijo que suyo sería el hijo del Surf, el verdadero Mesias del ritmo psicotrópico y playero. Con dudas, pero confiada en lo que le había dicho el ángel, le contó a su marido, pero este ni una sola palabra le creyó, más bien pensó que aquella noche se habían excedido con la mota. Sin embargo, al día siguiente, ese mismo ángel enmascarado se apareció dentro de una fotocopiadora ante los atonitos ojos de Vigi [padre], le informó que en tres meses, seguramente menos, su esposa tendría al verdadero verbo divino: Surfear, al cual debería llamar Emiliano. Vigi quedó tan asombrado, tan perturbado y extrañado que enmudeció durante un mes entero, hasta que en Enero comenzó a promulgar, a todos los pueblerinos, el próximo nacimiento de su chilpayate, además de advertir el designio musical-divino que marcaba su destino.
Así, un 1° de Feb, llegó al mundo Vigito, el beato Emiliano, dispuesto a renovar las raices mismas del Surf y elevarlo hasta los cielos, siendo el último gran Beach Boy.
Pero bueno, para contar esto último, habrá que esperar a que cresca.
Pero fue un 6 de Feb, cuando tales santos peregrino (Klaus, YaYa, Ady, Violeta, Marto y B), conocieron, no sólo el insigne rostro de Vigito, sino también el fetido aroma de sus pañales premiados.