...movedizo...

¡Todo se tambalea!
¡Y no estoy ebrio!

¿Será que por fin el suelo a decidido terminar con sus celos, y ahora se levanta en una revuelta contra el presuntuoso cielo, sumiendome accidentalmente en un remolino de asfalto y cloacas?

Han de saber ustedes, sobretodo usted mi querida postlectora que no comenta desde hace mucho [sí, usted de quien es ésta primera foto que publico, porque para usted reserve este primer lugar, pero no andemos por ramas innecesarias], sabrán pues que en la avenida Santa Ana al cruce con Eje 3 se están realizando obras de no-se-que-chingada-clase, el punto es que comienzan al parecer por la noche, a las 11 pm, con el fin de no causar más tráfico durante el día. Tales obras sólo dejan un carril para que pasen algunos cuantos autos de trafico local. ¿Y esto qué?

Pues mire que el viernes pasado, decidi abandonar aquel rumbo de los Culhuacanes a eso de las 11:15 de la noche, ya antes había andado por ahí más tarde, sin preocupación fui a la avenida [adivina bien, Avenida Santa Ana] a esperar mi pesero. Claro está que al ver un carril de circulación, pues supuse que pasaría un pesero, pero como en las más de la veces, uno supone mal. Esperé un rato. Ni un pinche pesero pasó, puros taxis, y en el bolsillo nomás diez baritos en la bolsa.

-Ni pedo- me dije - a caminar hasta Miramontes. ¡Pero apretadito el paso que ya es tarde!

No manchen, sude la gota groda (como hacía dos semanas no pasaba) llegué, luego de treinta minutos al cruce con Miramontes, en el trayecto vi a un chico algo pandroso en la misma situación, lo rebase por bastante, y esperando al pesero que me llavería a Taxqueña apareció el pandroso antes mencionado, que también esperba el pesero pero una varios metros más atrás. Divisé al pesero venier hecho la mocha, levanté el brazo, pero como iba tan rápido frenó varios metros despues, aun ladito del pandroso, el cual se trepó al pesero y se marchó, dejandome a mí con cara de pendejo (la cual no es muy diferente a la cotidiana).

Esperé otros cinco minutos y pasó un pesero que ahora sí me llevó, luego caminé hasta el paradero sur de Taxqueña, sólo para enfrentarme a la cruda realidad de que ya no había peseros con rumbo a mi casa. ¡Carajo, pero si hay peseros hasta la media noche! Está bien, me tranquilice y mire el reloj: 12:05. ¡Chingá! ¡Chingá! ¡Chingá! Ni pedo, a tomar taxi.

Y el pinche taxista no me quiso cobrar con el taxímetro, ¡me cobró cuarenta baros! Pinche robo, nomás la prisa me hiso aceptar tan despiadado trato.

Ahora bien, usted aguisado postlector, vera que hay una incongruencia, que más bien es una pendejada: tenía 10 pesos, menos 5 del pesero de Miramonetes, quedan 5, para los 40 del taxi, faltaban 35 baros, 35 pesitos que lleno de pena le pedí a mi hermana para pagarle al taxista que esperaba malhumorado afuera de mi casa.

No hubiera estado tan mal, de no haber llegado a mí la siguiente reflexión: De haber tomado un taxi en Santa Ana a las 11:15, hubiera llegado antes y menos cansado a casa, pididendo solamente 30 pesos prestados, pues desde allá hasta mi casa en horario regular eso es lo que me cobran.

Moraleja (nada moral): Resolvamos las cosas de la manera más directa, no intentemos economizar dando rodeos innecesarios.

Yo (como despues de un regaño) - Sí, ya entendi, no esperaré.