Malos Rumbos
La verdad sea dicha, de vez en cuando me aburro un poco en este rinconcito caribeño en el que el destino -otro eufemismo del libre albedrío- me ha arrojado. No lo niego, bordeo la costa para ver que han traído las olas, en ocasiones chiflo a todo pulmón para ver si las míticas sirenas vienen aunque sea a engatusarme un rato. Pero nada, todo es mero producto del ocio veraniego, del candor que no encuentra válvula de escape. Cosa de hacerse pendejo, ya se dijo.
Y es que si la vida no consiste en hacerse pendejo, dígame usted amigo intelectual ¿en qué consistirá? Mas no me venga con filosofadas, con citas literarias ni mucho menos con mensajes religiosos. Dígalo así, con su propia y carnosa lengua como juez. No se haga pendejo, conteste.
Se lo confieso a usted, en realidad jamás quise ser rescatado. Además ¿rescatado de qué? Si aquí vivo de lo lindo. No hay que rasurarse, ni que asearse -bueno, no tan rigurosamente- y sobretodo no hay que aparentar nada más de lo que se es; no hay que vender falsas expectativas para comer; no hay promesas que romper, o peor aun, que cumplir; no hay compromisos, aunque tampoco libertad; no hay ideales por los cuales dar la vida, ni vida por la cual derrocar los ideales; no hay nada grande ni pequeño; tranquilamente aquí todo da lo mismo.
¡Pero eso si no! No me vaya a decir que si todo da lo mismo, pues mejor me vaya con usted a surcar inhóspitos mares de placer y dolor, de profundo amor y embravecida decepción, de suma alegría y perpetua amargura. Que quede bien claro desde ahora: yo con usted no me voy, ni usted se viene a quedar aquí. Es un gusto conocerle, eso sin duda, pero tratar de llevarme más allá de mi costa es una insolencia. Aquí me quedo con mis calzones agujerados, con mis calcetines malolientes, con mis tardes libres, con mis ronquidos volcánicos y con toda esta desfachatez que los largos años de aislamiento me han acomodado encima con tanta diligencia.
Lamento haberle desviado de su ruta, eso sí fue mi pendeja culpa. Y como ya se aclaró antes, decir que no sabía lo que hacía sería hacerme más pendejo -de ser posible-, sabía lo que hacía, quería probarle, quería probarme. Porque aquí donde todo da lo mismo es muy difícil estimar algo sobre lo demás, pero gracias a usted he comprobado mi alta estima para con esta insípida mismidad.
Tenga usted buen viaje.
1 Comentarios:
A la/s 12:03 a.m., octubre 20, 2007,
Anónimo dijo...
como diría mi cuate argentino con ése ademán de sacudir la mano entrecerrada apuntando hacia la boca:
Sos el diablo personificao!
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal