jueves, noviembre 8

¡Híjole! ¡Éste no iba aquí!



   Hay dos momentos en los que uno sopesa las cosas con toda gravedad: cuando se está en El Trono, momento Real por excelencia, y cuando la cabeza parece que te va a estallar con el más mínimo movimiento. Ahora que si te duele la cabeza mientras estás liberando un poco de carga, pues la verdad es que acontece un milagro, no solo por tu extraordinaria capacidad de coordinar actividades tan disimiles, sino porque en ese instante la claridad se impone ante tus ojos, así como si Dios mismo hubiera abierto frente a tu mirada perdida la carta magna del cosmos. Ni siquiera necesitas leer lo que dice, todo es tan lucido y transparente, rebosa el mundo de sentido.

   Entonces recuerdas a tu abuelita golpeándote las palmas por andar agarrando tus bolitas mientras pasaba la vecina que ni estaba buena pero que usaba faldas cortas. ¡Cuanta razón, proclamas en medio del éxtasis, tenía mi abuela! ¡Santa abuela, santísima!

   Había un niñito, un dizque amiguito, que te invitaba a saltarte la barda de la iglesia para evitar el catecismo, pero tú no querías, en verdad deseabas saber que dijo ese mentado Chucho, a pesar de la catequista que solo hablaba de los procedimientos litúrgicos. El día que vino la feria, con sus juegos mecánicos, sus luces estridentes y su musica deslumbrante, la tentación te venció, eras un soberano hijo de Belcebú, con tu amiguito te saltaste la barda y fuiste a comer algodón de azúcar, a mirar pequeñas masacres acometidas contra los soldaditos de plomo, te divertiste como en ningún otro domingo en ese año. Aquel día hallaste un sabor nuevo, el cual jamás abandonarías.

   Y ella, sí, la que te ablando el corazón y te endureció otras regiones, la que te transtornó todo, la que te perdió en los más dulces néctares, ¿qué hizo ella? Lo que todos hacemos, ni más ni menos. Cepillose el cabello, actuó como un cordero, y por la noche mostró los colmillos con que desgarró tu cuello. ¡Mas no caigas presa de tu propio drama, de tu fantasía rosada de sufrimiento! ¡Ni te creas por un segundo tu propio invento! Todos sufrimos para aprender. Lo que aun te retuerce en tu cama por las noches es no haber sido tan hábil como para devolverle siquiera un mordisco. ¡Imbécil, oh, cuán imbécil!

   Pero no todo es malo, incluso las cosas parecen andar bien. Recuerdas aquel taquero al que surtes de tortillas, ese que te saluda diciendo ¡Qué pasó, chaparro! Enclenque, baboso, imbécil, y hasta impotente y tarado podría decirte sin que te ofendieras, ¡pero chaparro, no! Porque ciertamente no tienes ni una letra de chaparro, incluso tienes una discreta joroba debido a que siempre te agachas para charlar con los demás, ¿No es así, mi querido Frankie? Por eso estúpidamente escupes en las tortillas que le entregas, como si él comiera de sus propios tacos, o vaya usté a saber.

   Tanta claridad me ofusca. Por suerte, un apretado pedo me rescata del clarísimo abismo, retumbando como un ostentoso:

¡Nooo!

.

4 Comentarios:

  • A la/s 2:47 p.m., noviembre 09, 2007, Anonymous Anónimo dijo...

    es cierto .... por q todo resultam as claro despues???

    es q acasp e nos pegal a claridad de la levadura?....
    jajaja
    Saludos don
    atte: Doña pato

     
  • A la/s 2:57 p.m., noviembre 09, 2007, Anonymous Anónimo dijo...

    TRADUCCION
    s q acasp e nos pegal a claridad de la levadura?.... = "es acaso que nos pega la claridad de la levadura?"
    ja ya corregido

     
  • A la/s 9:46 p.m., noviembre 12, 2007, Blogger Ed dijo...

    q pedo don... se proyecto

     
  • A la/s 12:45 p.m., noviembre 15, 2007, Blogger SoulRush dijo...

    a mi tambien:

    "tanta claridad me aburma..."




    ¿Acaso ya nos habiamos acostumbrado a estar abrumados por falta de claridad?





    Ni modo que hacerle.... unas cervezas siempre ayudan -aunque preferentemente que no sean claras... prefiero las morenas- aunque tal vez ello lleve a un ciclo vicioso...

    Todo empezo por eso de la cruda!

    jajaja

     

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal