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Viernes, nueve treinta, un ratito más, ándale.

Llegué tarde a clase. Al verte ahí tan bien vestida frente al pizarrón desarrollando con tiza lo que tanto te fascina, quedé absorto. Ese es tu glorioso camino, y que bien te sienta, nomás no les digas a tus discipulos que barqueas. Fue una buena mañana, pese a sentirme como marciano en tierras desconocidas entre un lenguaje raro de símbolos estrambóticos.

Kuma. ¡Rayos, meseras de nuevo! ¡Yaaaaya! ¡Abrazo! ¡Felicidades! ¡Muchas felicidades! ¡Que felicidad en verdad, hace tanto que somos amigos! ¡Mejor aun, seguimos siendo amigos! ¡Feliz Cumpleaños!

¿Chela? Pues, me sacrifico, me-sa-cri-fi-co. ¡Todo sea por la festejada! Festajada que por cierto inaguró ¡las camisetas mojadas de chela! [Cuando usted vaya al Kuma querido postlector, no intente destapar las cervezas con el destapador que trae la cubeta en que vienen las cervezas, es una trampa, un engaño para hacer caer a los ingenuos o poco cautos, pues en lugar de destapar los envases solo se consigue terminar batido de cerveza, aroma no del todo ingrato pero ciertamente delator]

¿Otra chelita? Con gusto. Terminé pididendo una cerveza "Familiar" en un bar poco legal. Una platica filosofica-banquetera, ¿que más podía pedir?

¿Yaya? ¡Rayos, se ha perdido! ¡Búscala, búscala!- Se fue sin decir adios siquiera.

Mi cabeza da vueltas y el pecero avanza muy lento. Me siento alegre pese a todo. Es casi como si fuera Pedro Infante, borracho alegre pero sufridon.

Para rematar, una Coca-cola, unos tacos (del taquero de la esquina, of course!) y Beetlejuice:


¡Qué! ¿Esperabas que te dijera que me haces falta, que muero por estar a tu lado, que sigues estando en el #1 de importancia, que habría dejado todo aquel divertimento etílico por verte sin dudarlo siquiera un instante? Lo habría hecho, pero sabes, no voy a decirtelo.